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Un cuento inspirado en el calor que no hace en una ciudad como Bogota!!

Un cuento inspirado en el calor que no hace en una ciudad como Bogota!!

 “Esta historia de amor —por curiosa coincidencia, como diría doña Arminda— comenzó el mismo día claro, de sol primaveral,  en que el hacendado Jesuíno Mendonça acabó, a tiros de revolver, con Doña Sinhazinha Guedes Mendonça, su esposa, personalidad ilustre de la sociedad local, morena tirando a gorda, muy dada a las fiestas de la iglesia, y con el Doctor Osmundo Pimentel, dentista llegado a Ilhéus hacía pocos meses, mozo elegante, con pretensiones de poeta…”

 Y así exactamente, terminaba el titular de la noticia del “Mundo ahora” esa periódico local, que de tan amarillista parecía un panfleto que se distribuye anónimamente  para desprestigiar a un enemigo, pero no.. así era el periódico de este pueblo, que se regocijaba y cuyos  lectores disfrutaban, de estos chismes de personas de “sociedad”, cerré el periódico, y pensativo, me quede imaginando de nuevo a doña Sinhazinha, una mujer cuyo cuerpo se encontraba  en la flor de la madurez, y el cual  quemaba  los últimos estertores de una pasión que no quería terminar de morirse sin conocer el cuerpo de un hombre distinto a su marido, convenció al dentista forastero a punta de ricas tortas y de exóticas comidas, logrando que finalmente la fina  telaraña cayera encima del pobre forastero y que al momento de consumar la pasión, apareciera su marido quien escandalizado por los gemidos de abandono de los cuerpos entrelazados, decidiera descargar un cargador completo de su viejo revolver calibre 38  en los cuerpos calenturientos. Al enterarme de esta historia, miré la hora. eran un poco menos de las 2 de la mañana, entristecido por la suerte del matrimonio que conocía desde hace tantos años, decidí salir a caminar por el pueblo que día a día iba llegando caras que me resultaban totalmente desconocidas, victimas del abandono estatal o de las pocas oportunidades en pueblos aun mas pequeños que el mío..  mis pasos que sonaban metálicos, parecían multiplicarse al sentir  el viento que me escolta  empieza a cobrar mayor fuerza conforme se van acercando los tempestuosos días de agosto, hace que alucine y que en cada hoja que su fuerza mueve, parezca para mi una señal de que su sombra misteriosa ha pasado hace segundos por el mismo lugar en el que ahora me encuentro y que debido a una juguetona jugada del destino, me encuentre condenado a seguir su sombra y perderme en su aroma que perdura en la soledad y oscuridad de las calles que podrían asemejarse al vacío de mi alma. El tiempo, este tiempo sin ella, se encuentra suspendido para mi, por lo cual  misteriosamente, he llegado a aquel viejo bar en el que ya hace varios años atrás, me adentré en los terrenos de la lujuria, donde cada una de las hormonas de un chico pueblerino, empezaron a encontrarse en su punto de ebullición y comencé a emocionarme con una mirada insinuante, con un descarado cruce de piernas, con una sonrisa embellecida por un lápiz labial escarlata, una sonrisa que aunque falsa y mercenaria, hacia estremecerme de solamente pensar que esos labios que cumplían la función de encantar serpientes, también lograrían encantarme a mi por unos cuantos pesos.Ahí estaba ella… detenida en la puerta como si fuera una estatua, curiosa deducción hice en ese momento, porque  esa mujer podía ser cualquier cosa, menos una estatua, Gabriela, la del fuego en la cintura, como esa vieja canción... al volver a verla, recordé ese cuarto pequeño y mal oliente, aun caliente por las horas de sexo acumuladas, los fluidos producto del amor que no  acababan de desaparecer de un inodoro que ya estaba también por quejarse de tan malos hábitos y en cualquier momento podía protestar por la mala vida que le daban..Me acerqué a ella, como a todos los transeúntes me ofreció una sonrisa que de tanto ser ensayada,  buscaba que su potencial “victima” entrara en su cueva y se adentrara tanto en las profundidades del negocio, como en las suyas, y en esta ocasión, perderme en su interior sería una buen momento para desconectarme de la imagen que me atormenta al no tenerla. Cada paso que me hacia acercarme mas a su presencia, a esa presencia prestada por unas horas, dejaba entrever una fachada derruida y disimulada por metros y metros de maquillaje que intentaban disfrazar el eterno desvelo y las noches sin fin. Gabriela, nieta de esclavos, Gabriela, mujer de Cada paso que me hacia acercarme mas a su presencia, a esa mujer alquilada prestada por unas horas, dejaba entrever una fachada derruida y disimulada por metros y metros de maquillaje que intentaban disfrazar el eterno desvelo y las noches sin fin.La llamé por  su nombre, Gabriela.. sus ojos demostraron sorpresa, porque no pensó que me acordaría de su nombre y en ese momento, la imaginé descalza y despeinada, victima  de la lujuria de los  hombres que descubrieron su crecimiento y se sentían con el derecho de probar a esa fruta madura que se empieza a formar.  Pregunté su tarifa y al conocerla, le entregué su pago, entramos por el corredor que no había cambiado mucho, seguía teniendo los mismos posters de las divas del porno italiano de los años 80, seguía –aunque mas descolorida- en su mismo sitio, la oxigenada Cicciolina, mostrando esas tetas que invitaban a ser contempladas y tocadas.En cuanto entramos a esa habitación de paredes descascaradas, me sentí detenido en el tiempo, se sentó, pero mi pasión no podía esperar…así que de un tajo le arranqué el vestido, puso cara de sorpresa, quizás no estaba acostumbrada a que sus clientes la trataran con tal furia, mientras la poseía, cada línea de su cuerpo se convertía en un temblor que evidentemente poseía un ritmo desenfrenado, su carne delirante me hacia prisionero de pasajes nocturnos en los cuales me entrego a rituales que enlagunan mi mente. Salgo del burdel y descubro mi soledad en medio de la noche, llena de fantasmas que me recuerdan que mi mayor pecado es estar atado a las noches, de una mujer que solamente ha existido en mis oscuros sueños...Gabriela.

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